martes, agosto 25, 2020
domingo, abril 07, 2019
El nuevo mundo
El mundo se divide en historias unas buenas y otras malas, algunas no son
referencia para ninguno y otras han trascendido tanto que sería imposible no
recordarlas.
El ser
humano en su increíble capacidad de crear y destruir ha hecho cambios
significativos en la historia de la humanidad; como la invención de la
televisión y posteriormente la radio
fueron avances significativos para el hombre comunicarse. En sus inicios estos
medios de comunicación eran monopolizados por las grandes organizaciones e
industrias que poseían un poder económico significativo, pero vemos que al
pasar de los años se ha descentralizado este poder. El avance de las
tecnologías ha permitido que la televisión digital la multiplicación de nuevos
canales y más diversidad de contenido, esto le permite combinar la difusión
masiva con la difusión personalizada.
La magia
de internet
Después de emerger medios de comunicación como
la radio, la televisión y la imprenta, se da la aparición del internet, la explosión
de las comunicaciones inalámbricas con mayor ancho de banda pasó a ser el más
grande avance en tecnología de las comunicaciones.
Bien Castell nos habla de toda esta maravilla
que trajeron las nuevas tecnologías y la capacidad de estas de incluir redes inalámbricas
que se han convertido en la forma más usada de comunicación y especialmente en
los países en desarrollo.
Internet es el nuevo mundo, uno digitalizado,
en el podemos encontrar desde servicios, política, economía, religión, educación,
salud, bienestar y así un sin número de cosas al alcance nuestras manos. Ya no
existe un nivel de comparación entre los medios de comunicación tradicionales y
el internet ya que este ha adquirido sus beneficios entre otros muchos, lo que
ha hecho que estos medios se reevalúen y han terminado por incluirse en la red.
Para el autor Manuel Castell el internet da
origen a una palabra muy interesante la autocomunicación de masas, esta o es
más que el usuario puede crear su propio contenido, un proceso de
autogeneración y autodirección de los contenidos seleccionados.
Las empresas también han encontrado los
beneficios de este medio, pues lo utilizan como una herramienta de
financiamiento, esto ha creado nuevos mercados y nuevas oportunidades de
negocio mediáticas.
Ya sabemos que con las nuevas tecnologías
existe una variedad de contenido es así que Castell menciona que algunas
corrientes de investigación como la psicología de la comunicación hace una demostración
de la capacidad de las personas para dar un sentido diferente a los mensajes
que reciben, o sea que los interpretan de manera diferente dependiendo del
contexto, la cultura o cualquier cosa que los haga diferentes a los demás. Para
Castell también es importante hablar de la autonomía mediática, cuanto más nos sentimos
autónomos y menos identificados con las instituciones o los medios
tradicionales más se hace uso de internet y más autónomos somos.
En mi generación nacimos en la era mediática ya
no es posible hacer esa evaluación desde nosotros mismos en cómo era la vida
cuando no tenía televisión pero si cuando apareció la internet, el mundo
cambió, todo a nuestro alrededor se volvió mediático y cada vez es más.
Ya no podemos luchas en contra de eso debemos
adoptarlo y aprender a usar ese nuevo modelo de comunicación pero saber usarlo,
nos está brindando todas las herramientas para sobresalir, crear, innovar, informarnos
y no solo para compartir con personas y jugar videojuegos.
lunes, julio 28, 2014
Las comparsas son el corazón de las fiestas de San Pedro
En la clase de Zancos, en Guadajira. |
Desde hace más de 27 años la Agrupación Escénica Guadajira trabajan en la realización de creativas comparsas para acompañar anualmente a las reinas en los desfiles. El sitio de ensayo no está en las mejores condiciones, queda en el patio de la casa del señor Enrique Arciniegas Cechagua, fundador de Guadajira. Conocí el lugar gracias a la amabilidad de él, quien sin ningún problema, me dejó seguir.
Escenario lleno de vestidos folclóricos, disfraces, máscaras por todas partes y Enrique corriendo cada obstáculo artístico para poder dejarme pasar y apreciar tantos años de esfuerzo en las obras que han hecho en el taller. En cada extremo de la pared había una pancarta donde resaltaba el nombre Guadajira en dos eventos donde este grupo ha participado.
Gadajira, hija del indígena Piguanza, y novia de Timanco, quién era hijo de la heroína la Cacica Gaitana. El señor Arciniegas, queriendo hacer conmemoración de algo representativo del Huila, eligió ese nombre para su grupo. Además del historial ya expuesto sobre Guadajira, ella guarda una historia hermosa de amor con Timanco, pero este pierde la vida y ella, al no soportar la pérdida de su novio, se suicida lanzándose al rio Magdalena.
Hasta 1996 se legaliza Guadajira como ONG sin ánimo de lucro. Desde ese tiempo lucha cada día para que la agrupación no se acabe y siga educando a más niños y jóvenes en el teatro, danza, visuales y zancos, para no acabar con los sueños que tienen de ser grandes artistas.
A pesar de que ni la Gobernación del Huila ni la Alcaldía de Neiva los apoya, Enrique sigue trabajando apasionadamente en el teatro. Así lo hará hasta sus últimos días de vida, dice.
***
Furioso estaba cuando conversábamos de lo que ganaba económicamente en las comparsas en las Fiestas de San Pedro.—Sólo ganamos 4 millones por todos los desfiles para repartirlo en entre 30 personas —afirma Enrique—, recibimos menos dinero que lo que gana una reina. En realidad, el gobierno local no aprecia el trabajo artístico que realizan las mayorías de las agrupaciones. Y añade indignado:
—Este año se exigió en compañía de las demás agrupaciones el aumento del pago para que pase de 4 a 12 millones, precio justo para el trabajo tan importante que hace las comparsas al animar las fiestas con representaciones artísticas del folclor huilense.
El momento de furor se fue desvaneciendo, cuando con una sonrisa marcada en su rostro menciona que sus exalumnos lo llenan de fuerzas para continuar su trabajo al saber que no se quedan con lo aprendido por unos años sino que salen a formar sus propias organizaciones como: Candileja, Guipongo, la Puerta Mágica, Arte y Vida, Brinca Brinca y 10 empresas más. A pesar de que se independizan nunca olvidan a Gauadajira. Siguen apoyando en lo que necesite, los visitan para intercambiar conocimientos y los materiales que necesitan.
Edgar Valenzuela, funcionario de la Secretaría Departamental de Cultura y Turismo, asegura que la comparsa es una muestra cultural que se realiza a través de la danza y el teatro para animar los desfiles. Amablemente responde al desacuerdo de las agrupaciones de teatro frente al aumento del pago por las comparsas en las fiestas de san pedro.
—Ellos debieron solicitar el aumento en octubre del año pasado—dice Edgar— porque desde ese momento se inicia en la planificación del presupuesto que se necesita para las fiestas —hace una pausa, y añade—: Pedir el aumento en este mes es muy tarde porque el presupuesto viene asignado desde el año pasado. En esta fecha no se puede hacer nada.
***
Las comparsas no solo muestren un baile típico de la región o disfrazarse sin ningún motivo. Se trata de aprovechar esos recursos para que, por medio de personajes, se cuente una historia convirtiéndose en una muestra de teatro callejero. En los desfiles es necesario que las historias sean cortas para que las personas puedan entender y apreciar una obra teatral en movimiento que transmita algo más allá de ver reinas. Para ello se preparan durante todo un año.Además de cursos de teatro, La Agrupación Escénica Guadajira ofrece cursos de danza folclórica y moderna; esto teniendo en cuenta que a los jóvenes les gusta y que para la organización no hay nada más importante que la palabra de sus estudiantes; asimismo la agrupación ofrece también cursos de Arte Visual, en donde se enseña las nociones básicas de la pintura.
Pero Guadajira no se presentan solo en las fiestas de San Pedro, sino que en las noches hacen presentaciones de teatro para niños, jóvenes y adultos. Una de las mejores obras se llama “La luz azul”, similar al cuento de los hermanos Grimm. Quedando de la siguiente manera: un enano que lo destierran de su comunidad, pero vuelve, le cuenta al rey lo sucedido, argumentando que él era un buen soldado y a pesar de eso le pagaron mal. Después de todo el rey exige que le devuelvan todo y se casa con la princesa. Aunque el señor Arciniegas dice que toman la historia pero le ponen su propio estilo, dándole un toque de alegría e imaginación.
También tiene otras como el “Zorro y el cuy”, “Soñador” y “Colorín colorado” aunque en esta la llaman siempre así, pero la diferencia es que cada vez se muestra una historia diferente.
***
María Eugenia Naranjo, esposa de Enrique, tiene la habilidad de inventarse historias para la obras de teatro en corto tiempo. Ella, sentada en una silla, dando ideas para una presentación que van a realizar y también respondiendo a mis curiosidades, hecha una mirada al pasado.—Empecé enseñando danzas en varios colegios, pero después de la experiencia obtenida gracias a una invitación que me hicieron en Teatro Imagen me incliné más por el teatro.—
Hace 27 años conoció a Guadajira y hasta ahora sigue acompañando y enseñando en esta agrupación, con perseverancia y compartiendo el mismo sueño de Enrique: en luchar para que respeten al arte escénico y sea bien pago.
Enrique Arciniegas, licenciado en Artes Escénicas de la Universidad Surcolombiana, siempre ha sido un apasionado por el teatro, desde el colegio participaba inventando obras y recuerda que en la universidad aprovechaba los salones que estaban desocupados para crear historias en compañía de sus amigos.
Así como él tuvo la oportunidad de soñar, quiere que más jóvenes lo hagan igual, ofreciendo lo aprendido para que aprovechen sus capacidades y se exploren así mismos para no dejar acabar el arte escénico.
Sentado en su escritorio y levantando su mano derecha luchará siempre para que el fruto de su trabajo, representado en las comparsas, sean bien pagas y reconocidas ante el gobierno local como el corazón de las fiestas sampedrinas que contagia de alegría y folclor, para que los futuros artistas no decaigan y puedan vivir del arte.
Al despedirse, cerrando sus ojos, con un profundo suspiro y sonriente como siempre dice que su visión es cada día hacer una nueva obra, hasta el final de sus días.
viernes, junio 06, 2014
Los poetas sin rostro
Iba cruzando en un colectivo
cuando, de repente, lo vi pintado en la pared del Cementerio Central, por la
carrera segunda: “Enséñame a estar sin ti”. Una gran sonrisa se dibujó en mis
labios. Observé a mí alrededor y me percaté de que no era la única que sonreía al leer aquella entretenida frase,
que en la parte inferior se firmaba con Acción Poética Neiva. La frase me impactó tanto que, cuando llegué a
casa, decidí buscarlo en la web. Y allí
estaba, en las redes sociales.
Acción Poética es un
movimiento creado en México por Armando Alanís en 1996, con tanto auge que se
ha trasladado a algunos remotos rincones
de América latina hasta llegar a Neiva,
ciudad en la que no es difícil encontrar
violencia en sus calles, pero también la motivación de algunos que quieren convertir las paredes en expresiones
poéticas, destellos fugaces de arte, como flores lanzadas a un acantilado.
Acción Poética es un movimiento que busca mover sentimientos para demostrar la
verdadera emoción del verso, rescatar una cultura y motivar por medio de la
poesía. Algunos le llamarán vandalismo, pero para otros se han convertido en la
mejor manera de volver a la ciudad en un libro abierto. Como dijo alguna vez el
escritor español Arturo Pérez Reverte: “hay más arte en la calle que en las
galerías”.
Pero, ¿quiénes son estos
incansables soñadores, que aún no salen del anonimato? A ellos parece no importarles que a pocos días de haber inyectado poesía a
la cuidad, los murales sean convertidos de nuevo en una fría y solitaria pared blanca o
tristemente llena de innumerables rostros de prestigiosa
alcurnia y dudosa reputación,
aquellos a los que no se les niega el derecho de contaminar
la ciudad con vanas promesas. Los poetas
sin rostro aún tienen el coraje de regresar como el viento sutil
y silencioso para impregnar de nuevo, con palabras propias y de grandes
poetas, aquellas paredes desoladas.
En otros recorridos por la
ciudad encontré frases que simplemente cautivan, trasportan a una realidad
ficticia, donde los más sucios o amorosos
pensamientos del ser se van
convirtiendo en sonrisas y admiración. En otra ocasión encontré uno que decía “Tengo
Ganas De Ti”. Dicho por algún jovencito podría causar repudio, pero ellos con
sus manos han logrado cautivar el corazón de los enamorados y seducir a los que
aún no encuentran el amor.
Las redes sociales también han sido un medio de inspiración para compartir el fenómeno de
hablar con versos y dejarse contagiar de poesía. Los versos de Julio Cortázar,
Pablo Neruda y otros poetas, son dedicados a compañeros sentimentales y amigos,
reflejando sentimientos de alegría, egoísmo, amor e incluso dolor. De esta manera
se promueve el arte, la escritura, la literatura; crea un espacio agradable y
propicio para ocupar sus cabezas en otra cosa que no sean los afanes del
realismo.
El reconocido poeta Huilense
Marcos Fabián Herrera dice que el movimiento “es una manifestación valiosa
cuya principal virtud es el anonimato:
El autor, aquella entidad hipervalorada y siempre erigida por la vanidad y la
egolatría, encuentra en la poesía de los muros y calles su expresión reveladora
para enajenar la autoría, y exponer, con la grafía del aerosol, el sentir de
seres urbanos que le gritan a la rutina de los días con la insurrección de la
palabra”.
Mi viaje en el bus terminó,
pero me queda la certeza que este arte refleja lo que somos, sentimos y
pensamos, que motiva y crea sueños e ilusiones
para los más pequeños. Aún tengo la idea
de si ¿algún día podremos ver esa cara que se esconde detrás de la acción poética? Quién sabe… tal vez sea el mismo día en que todo cambie y,
tomados de las manos, proclamemos el amor y dejemos en el olvido el terror; o simplemente sigamos
sonriendo, embobados por las calles al leer aquellas frases embriagadas de
poesía.
Estudiante IV Comunicación Social y periodismo.
jueves, mayo 22, 2014
El festival más glamouroso
Fundado en 1946 para competir con la Mostra de Venecia, el Festival de Cine de Cannes se ha convertido en el evento más atractivo del Cine mundial.
Fundado en 1946 para competir con la Mostra de Venecia, a lo largo de sus 67 ediciones el Festival de Cine de Cannes ha mimado a sus estrellas y ha convertido el paseo marítimo de La Croisette en la cita anual de mayor prestigio del universo del séptimo arte.
Tras un efímero encuentro en 1939, arruinado por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el certamen arrancó en firme en septiembre de 1946. Aquella edición, con un sistema de selección rígido, premió a once películas, entre ellas Roma, ciudad abierta, del italiano Roberto Rossellini y María Candelaria, del mexicano Emilio Fernández.
En mayo de 1952 el Festival de Cannes se adelantó a la primavera francesa adelantándose en el calendario al resto de muestras cinematográficas de entonces.
En aquella década se premió a cineastas como William Wyler (La gran prueba) o al comandante Cousteau (El Mundo del Silencio), Brigitte Bardot estrenaba el bikini en la playa que orilla Cannes (1953) y nacía la Palma de Oro (1954).
Por esas fechas, un coqueteo en una sesión fotográfica entre una Simone Silva en top-less y un Robert Mitchum travieso agregaron sensualidad a un festival donde la alfombra roja empezó a ser tan llamativa como las películas que pasabn por sus pantallas.
Eran primaveras en las que se aplaudía a Kirk Douglas, Cary Grant o Alain Delon y se admiraba a musas eternas como Grace Kelly (resucitada en la presente edición por Nicole Kidman) o Sophia Loren (que el próximo miércoles sentará cátedra en Cannes).
En 1959 se creó el ahora titánico Mercado de Películas, antes de que ganaran el certamen La dolce vita (1960), de Federico Fellini, y Viridiana (1961), firmada por Luis Buñuel y única Palma de Oro de un director español.
Cuando en mayo de 1968 en las calles de París se buscaba la playa debajo de los adoquines y obreros y estudiantes levantaban barricadas contra el pasado, Cannes fue suspendido por solidaridad, a petición de directores como Roman Polanski, Orson Welles, Francois Truffaut y Jean-Luc Godard.
Al año siguiente el festival inauguró su segunda sección paralela, La Quincena de Realizadores -tras La Semana de la Crítica- con el compromiso de no bascular ante presiones políticas.
La segunda sección oficial, Un Certain Regard, nació en 1978 para destacar películas infrecuentes, durante la misma edición en la que se nombró delegado general a Gilles Jacob, que el próximo 25 de mayo se jubila como presidente del festival, y en la que se creó Cámara de Oro, que recompensa el talento joven.
La Palma de Oro se la repartían aquellos días cineastas como Francis Ford Coppola (Apocalypse Now) o Martin Scorcese (Taxi Diver). Y ya en los ochenta, Costa-Gavras (Missing), Emir Kusturica (Papá está en viaje de negocios) o Wim Wenders (París, Texas), quien este año compite con The Salt of The Earth.
Desde su inicio hasta nuestros días, la selección oficial ha premiado a Carlos Saura, Alain Resnais, David Lynch, Tarantino, Almodóvar, Jim Jarmusch, González Iñárritu, Spielberg, Amat Escalante, los hermanos Cohen, los Dardenne, Michael Haneke... o a Jane Campion, presidenta del jurado en 2014.
Se recuerdan películas controvertidas, como la oda al exceso en La gran comilona, de Marco Ferrari, alguna diva altiva boicoteada por los fotógrafos, como Isabelle Adjani, y otras que paseaban guepardos por la playa, como Claudia Cardinale.
También ha habido cineastas olvidados de la talla de Hitchcock y directores expulsados y readmitidos, como el episodio del derrape hitleriano de Lars Von Trier que terminó en enmienda.
Pero, sobre todo, en el Festival se respira un culto al cine, mayoritariamente occidental, y a la fantasía que gravita a su alrededor: belleza, fama, moda, caprichos, romances, joyas, dinero, sueños... y Paul Newman, Katharine Hepburn, Marlon Brando, Helen Mirren, Meryl Streep, Mastroianni, Juliette Binoche o Penélope Cruz.
Y también está el hechizo de la opulencia: las fiestas VIP en discotecas, barcos y mansiones; los robos multimillonarios, los artificios de las grandes marcas y las casas de moda, sin olvidar la pérdida de contacto del festival con los cinéfilos sin visa oro y credenciales de élite.
Una constelación de elementos singulares son los que hacen que el Festival de Cannes sea el certamen más importante del mundo. Solo la ceremonia de entrega de los Óscar le disputa su relevancia. Pero a diferencia de los Premios de la Academia de Hollywood, la cita francesa programa filmes estrenados en sus pantallas y no los que ya han pasado por las salas comerciales.
![]() |
Foto: Archivo |
Tras un efímero encuentro en 1939, arruinado por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el certamen arrancó en firme en septiembre de 1946. Aquella edición, con un sistema de selección rígido, premió a once películas, entre ellas Roma, ciudad abierta, del italiano Roberto Rossellini y María Candelaria, del mexicano Emilio Fernández.
En mayo de 1952 el Festival de Cannes se adelantó a la primavera francesa adelantándose en el calendario al resto de muestras cinematográficas de entonces.
En aquella década se premió a cineastas como William Wyler (La gran prueba) o al comandante Cousteau (El Mundo del Silencio), Brigitte Bardot estrenaba el bikini en la playa que orilla Cannes (1953) y nacía la Palma de Oro (1954).
Por esas fechas, un coqueteo en una sesión fotográfica entre una Simone Silva en top-less y un Robert Mitchum travieso agregaron sensualidad a un festival donde la alfombra roja empezó a ser tan llamativa como las películas que pasabn por sus pantallas.
Eran primaveras en las que se aplaudía a Kirk Douglas, Cary Grant o Alain Delon y se admiraba a musas eternas como Grace Kelly (resucitada en la presente edición por Nicole Kidman) o Sophia Loren (que el próximo miércoles sentará cátedra en Cannes).
En 1959 se creó el ahora titánico Mercado de Películas, antes de que ganaran el certamen La dolce vita (1960), de Federico Fellini, y Viridiana (1961), firmada por Luis Buñuel y única Palma de Oro de un director español.
Cuando en mayo de 1968 en las calles de París se buscaba la playa debajo de los adoquines y obreros y estudiantes levantaban barricadas contra el pasado, Cannes fue suspendido por solidaridad, a petición de directores como Roman Polanski, Orson Welles, Francois Truffaut y Jean-Luc Godard.
Al año siguiente el festival inauguró su segunda sección paralela, La Quincena de Realizadores -tras La Semana de la Crítica- con el compromiso de no bascular ante presiones políticas.
La segunda sección oficial, Un Certain Regard, nació en 1978 para destacar películas infrecuentes, durante la misma edición en la que se nombró delegado general a Gilles Jacob, que el próximo 25 de mayo se jubila como presidente del festival, y en la que se creó Cámara de Oro, que recompensa el talento joven.
La Palma de Oro se la repartían aquellos días cineastas como Francis Ford Coppola (Apocalypse Now) o Martin Scorcese (Taxi Diver). Y ya en los ochenta, Costa-Gavras (Missing), Emir Kusturica (Papá está en viaje de negocios) o Wim Wenders (París, Texas), quien este año compite con The Salt of The Earth.
Desde su inicio hasta nuestros días, la selección oficial ha premiado a Carlos Saura, Alain Resnais, David Lynch, Tarantino, Almodóvar, Jim Jarmusch, González Iñárritu, Spielberg, Amat Escalante, los hermanos Cohen, los Dardenne, Michael Haneke... o a Jane Campion, presidenta del jurado en 2014.
Se recuerdan películas controvertidas, como la oda al exceso en La gran comilona, de Marco Ferrari, alguna diva altiva boicoteada por los fotógrafos, como Isabelle Adjani, y otras que paseaban guepardos por la playa, como Claudia Cardinale.
También ha habido cineastas olvidados de la talla de Hitchcock y directores expulsados y readmitidos, como el episodio del derrape hitleriano de Lars Von Trier que terminó en enmienda.
Pero, sobre todo, en el Festival se respira un culto al cine, mayoritariamente occidental, y a la fantasía que gravita a su alrededor: belleza, fama, moda, caprichos, romances, joyas, dinero, sueños... y Paul Newman, Katharine Hepburn, Marlon Brando, Helen Mirren, Meryl Streep, Mastroianni, Juliette Binoche o Penélope Cruz.
Y también está el hechizo de la opulencia: las fiestas VIP en discotecas, barcos y mansiones; los robos multimillonarios, los artificios de las grandes marcas y las casas de moda, sin olvidar la pérdida de contacto del festival con los cinéfilos sin visa oro y credenciales de élite.
Una constelación de elementos singulares son los que hacen que el Festival de Cannes sea el certamen más importante del mundo. Solo la ceremonia de entrega de los Óscar le disputa su relevancia. Pero a diferencia de los Premios de la Academia de Hollywood, la cita francesa programa filmes estrenados en sus pantallas y no los que ya han pasado por las salas comerciales.
Las 30 mejores películas latinoamericanas de la historia
El cine de América Latina ha retratado vidas abandonadas a su suerte desde siempre. Los siguientes mejores largometrajes, a los que Sábado de Cine llegó gracias a las listas de 80 expertos, son la prueba reina de una narrativa que jamás se rinde.
Amores perros (México, 2000) de Alejandro González Iñárritu
En Ciudad de México, un fatal accidente automovilístico afecta trágicamente a tres personas. Octavio, un adolescente, decide escaparse con Susana, la esposa de su hermano; el Cofí, su perro, se convierte en el instrumento para conseguir el dinero necesario para la fuga. Al mismo tiempo, Daniel, un hombre maduro deja a su esposa y a sus hijos para irse a vivir con Valeria, una hermosa modelo. El mismo día en que celebran su nueva vida, el destino hace que Valeria sea víctima de un trágico accidente.
Memorias del subdesarrollo (Cuba, 1968) de Tomás Gutiérrez Alea
Que las contradicciones del burgués pueden reflejar como en un espejo las de la sociedad donde la burguesía ha llevado la voz cantante, lo demuestra esta historia de razonamiento e ironía. Una historia personal que hubiera sido intrascendente de no ocurrir en los vertiginosos días de la revolución, cuando todas las contradicciones se pusieron al rojo vivo. La película entrega un monólogo interior con mirada a la calle, como es la novela homónima de Edmundo Desnoes.
Ciudad de Dios (Brasil, 2002) de Fernando Meirelles y Katia Lund
La premiada historia de esos dos amigos Puscapé y Zé Pequeño, que sobreviven como mejor pueden a la vida en las favelas, es también una síntesis de los recursos del cine, pero con un pulso nuevo, acaso “latinoamericano”, que le hace una experiencia nunca antes vivida.
Los olvidados (Mexico, 1950) de Luis Buñuel
Ofendió, en su momento a todo México. Algún político pidió, apenas la vio, la expulsión de Buñuel. Contaba con una fuerza que no se volverá a ver, una venganza escalofriante entre niños callejeros. Simplemente retrataba, en el cuerpo de Jaibo, su protagonista, la verdad de un continente. Su director fue el mejor en Cannes.
La Ciénaga (Argentina, 2001) de Lucrecia Martel.
Es una mirada: una manera de reunir, en una mirada, los azares, los gestos, los pequeños relatos que suceden en dos familias de Mecha y la de Tali. Su atmosfera amenazante, su banda sonora violenta, su contención visual: todo está bien en las manos maestras de Martel.
Wisky (Uruguay, 2004) de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll.
Tienen mucho de cómic triste. Se agranda con el paso de los años. Pone en escena a dos hermanos, Jacobo y Herman, que son las dos caras de la moneda.
El secreto de sus ojos (Argentina, 2009) de Juan José Campanella
A medio camino entre el cine de Billy Wilder, y le cine más latinoamericano posible, esta ganadora del Orcas tuvo cara, desde la primera vez, de clásico.
El ángel exterminador (México, 1962) de Luis Buñuel
Sucede en la otra orilla de Los Olvidados; esa perturbadora comida de clase alta que jamas se termina en una metáfora, otra de Buñuel, que pinta nuestras sociedades.
La historia oficial (Argentina, 1985) de Luis Puerzo.
Puede pasar en cualquier rincón del continente: la profesora de historia Alicia de Ibáñez se entera, de la peor manera posible, de los horrores de la Argentina de la dictadura.
Dios y el diablo en la tierra del sol (Brasil, 1963) de Glauber Rocha.
Una gran película del oeste que trata una región sin Dios ni ley: el villano Antonio das Mortes, “matador de cangaceiros”, cree que le hace un bien al mundo.
Rodrigo D. No futuro (Colombia, 1990) de Víctor Gaviria.
Si un día tocara la batería de una banda de punk, si sobreviviera de los barrios más duros de Medellín en esta película que haya poesía en el horror, Rodrigo D. seria de mentiras.
Y tu mamá también (México, 2001) de Alfonso Guarón.
Otra que se agranda con los años. Una historia de iniciación que recrea, como quien no se da cuenta, una generación latinoamericana que se resiste a crecer.
Estación central (Brasil, 1998) de Walter Salles.
Josué busca a su padre de la mano de la peor de las acompañantes: una mujer cínica, la exmaestra Dora, que irá recobrando la humanidad con el paso de este gran melodrama.
Historias mínimas (Argentina, 2002) de Carlos Sorín.
Cree tanto en sus tres personajes, los sigue, uno a uno, con una compasión tan alejada de la caridad de estos países, que verla es una especie de lección de vida.
La vendedora de rosas (Colombia, 1998) de Víctor Gaviria.
A partir de La vendedora de cerillas, el relato de Andersen que podría ocurrir en las comuna 10 de Medellín, Gaviria le da una figura a nuestra indiferencia.
Nueve reinas (Argentina, 2005), de Fabián Bielinky.
Bielinsky, que murió tras filmar la brillante El aura, dejó antes esta divertida película de estafadores que cruza el género con la picaresca que dejaron los españoles.
El hijo de la novia (Argentina, 2001), de Juan José Campanella
Una comedia romántica con todas las de la ley que ha ido ganándose las palabras de la crítica después de años de alimentarse de la guardia abajo del público.
La estrategia del caracol (Colombia, 1993), de Sergio Cabrera.
Sintetiza el humor, los arquetipos y el gran tema del cine colombiano (la explotación de los uno a los otros), con una conmovedora nostalgia por lo colectivo.
El lugar sin límites (México, 1978), de Arturo Ripstein.
El maestro Arturo Ripstein rescata, de la estupenda novela de José Donoso, un mundo feudal –un infierno en que todos carecen de todo- sitiado por el machismo.
Fresa y chocolate (Cuba, 1994), de Tomás Gutierrez Alea y Juan Carlos Tabío.
La historia de amor entre el homosexual Diego y el heterosexual David sucede en la cuba que Alea había vaticinado en Memorias del subdesarrollo.
La batalla de Chile (Chile, 1975 a 1979), de Patricio Guzmán.
Quien ve el brillante documental de Guzmán, un tríptico de ese infierno que fue la Chile de Pinochet, ve en tiempo real las mentiras que contuvieron a un pueblo.
El pez que fuma (Venezuela, 1977), de Ramón Chalbaud.
Los personajes de un burdel que acaba de cambiar colchones, todo un microcosmos, se encuentran condenados a su mala suerte en esta comedia clásica venezolana.
Machuca (Chile, 2004), de Andrés Wood.
Vea usted como era Chile antes de Pinochet, como eran esos dos niños, Gonzalo Infante y Pedro Machuca, antes de darse cuenta de que en la vida solo se tiene en las manos ser uno mismo.
La teta asustada (Perú, 2009), de Claudia Llosa.
Fausta tiene miedo todo el tiempo. Se niega a caer en la mala suerte de su madre. Va por el mundo, en esta película sobrecogedora, con la mirada al piso de las huérfanas eternas.
Pixote (Brasil, 1981), de Hector Babenco.
Hace treinta años los cinéfilos del planeta adoraban esta película: aquí está, una vez más entre las grandes obras de Latinoamérica, la historia de ese niño que bordea la muerte calle a calle.
Infancia Clandestina (Argentina, 2011), de Benjamín Ávila.
Después de vivir en el exilio, Juan, un niño de doce años, regresa con su familia al país, donde todavía ocupa el poder el régimen militar que les obligó a huir. Aunque es testigo de la actitud combativa de sus padres, intenta llevar una vida normal, en la que el colegio, las fiestas, las acampadas, las bromas y las risas con mamá también tienen su lugar.
No (Chile, 2012), de Pablo Larrain.
Película nominada a los Oscar a mejor película de habla no inglesa. Un capítulo decisivo de la transición en la historia de Chile que explica de manera absorbente el poco probable camino de un país de la opresión a la democracia.
![]() |
Foto: Sábado de Cine |
En Ciudad de México, un fatal accidente automovilístico afecta trágicamente a tres personas. Octavio, un adolescente, decide escaparse con Susana, la esposa de su hermano; el Cofí, su perro, se convierte en el instrumento para conseguir el dinero necesario para la fuga. Al mismo tiempo, Daniel, un hombre maduro deja a su esposa y a sus hijos para irse a vivir con Valeria, una hermosa modelo. El mismo día en que celebran su nueva vida, el destino hace que Valeria sea víctima de un trágico accidente.
Memorias del subdesarrollo (Cuba, 1968) de Tomás Gutiérrez Alea
Que las contradicciones del burgués pueden reflejar como en un espejo las de la sociedad donde la burguesía ha llevado la voz cantante, lo demuestra esta historia de razonamiento e ironía. Una historia personal que hubiera sido intrascendente de no ocurrir en los vertiginosos días de la revolución, cuando todas las contradicciones se pusieron al rojo vivo. La película entrega un monólogo interior con mirada a la calle, como es la novela homónima de Edmundo Desnoes.
Ciudad de Dios (Brasil, 2002) de Fernando Meirelles y Katia Lund
La premiada historia de esos dos amigos Puscapé y Zé Pequeño, que sobreviven como mejor pueden a la vida en las favelas, es también una síntesis de los recursos del cine, pero con un pulso nuevo, acaso “latinoamericano”, que le hace una experiencia nunca antes vivida.
Los olvidados (Mexico, 1950) de Luis Buñuel
Ofendió, en su momento a todo México. Algún político pidió, apenas la vio, la expulsión de Buñuel. Contaba con una fuerza que no se volverá a ver, una venganza escalofriante entre niños callejeros. Simplemente retrataba, en el cuerpo de Jaibo, su protagonista, la verdad de un continente. Su director fue el mejor en Cannes.
La Ciénaga (Argentina, 2001) de Lucrecia Martel.
Es una mirada: una manera de reunir, en una mirada, los azares, los gestos, los pequeños relatos que suceden en dos familias de Mecha y la de Tali. Su atmosfera amenazante, su banda sonora violenta, su contención visual: todo está bien en las manos maestras de Martel.
Wisky (Uruguay, 2004) de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll.
Tienen mucho de cómic triste. Se agranda con el paso de los años. Pone en escena a dos hermanos, Jacobo y Herman, que son las dos caras de la moneda.
El secreto de sus ojos (Argentina, 2009) de Juan José Campanella
A medio camino entre el cine de Billy Wilder, y le cine más latinoamericano posible, esta ganadora del Orcas tuvo cara, desde la primera vez, de clásico.
El ángel exterminador (México, 1962) de Luis Buñuel
Sucede en la otra orilla de Los Olvidados; esa perturbadora comida de clase alta que jamas se termina en una metáfora, otra de Buñuel, que pinta nuestras sociedades.
La historia oficial (Argentina, 1985) de Luis Puerzo.
Puede pasar en cualquier rincón del continente: la profesora de historia Alicia de Ibáñez se entera, de la peor manera posible, de los horrores de la Argentina de la dictadura.
Dios y el diablo en la tierra del sol (Brasil, 1963) de Glauber Rocha.
Una gran película del oeste que trata una región sin Dios ni ley: el villano Antonio das Mortes, “matador de cangaceiros”, cree que le hace un bien al mundo.
Rodrigo D. No futuro (Colombia, 1990) de Víctor Gaviria.
Si un día tocara la batería de una banda de punk, si sobreviviera de los barrios más duros de Medellín en esta película que haya poesía en el horror, Rodrigo D. seria de mentiras.
Y tu mamá también (México, 2001) de Alfonso Guarón.
Otra que se agranda con los años. Una historia de iniciación que recrea, como quien no se da cuenta, una generación latinoamericana que se resiste a crecer.
Estación central (Brasil, 1998) de Walter Salles.
Josué busca a su padre de la mano de la peor de las acompañantes: una mujer cínica, la exmaestra Dora, que irá recobrando la humanidad con el paso de este gran melodrama.
Historias mínimas (Argentina, 2002) de Carlos Sorín.
Cree tanto en sus tres personajes, los sigue, uno a uno, con una compasión tan alejada de la caridad de estos países, que verla es una especie de lección de vida.
La vendedora de rosas (Colombia, 1998) de Víctor Gaviria.
A partir de La vendedora de cerillas, el relato de Andersen que podría ocurrir en las comuna 10 de Medellín, Gaviria le da una figura a nuestra indiferencia.
Nueve reinas (Argentina, 2005), de Fabián Bielinky.
Bielinsky, que murió tras filmar la brillante El aura, dejó antes esta divertida película de estafadores que cruza el género con la picaresca que dejaron los españoles.
El hijo de la novia (Argentina, 2001), de Juan José Campanella
Una comedia romántica con todas las de la ley que ha ido ganándose las palabras de la crítica después de años de alimentarse de la guardia abajo del público.
La estrategia del caracol (Colombia, 1993), de Sergio Cabrera.
Sintetiza el humor, los arquetipos y el gran tema del cine colombiano (la explotación de los uno a los otros), con una conmovedora nostalgia por lo colectivo.
El lugar sin límites (México, 1978), de Arturo Ripstein.
El maestro Arturo Ripstein rescata, de la estupenda novela de José Donoso, un mundo feudal –un infierno en que todos carecen de todo- sitiado por el machismo.
Fresa y chocolate (Cuba, 1994), de Tomás Gutierrez Alea y Juan Carlos Tabío.
La historia de amor entre el homosexual Diego y el heterosexual David sucede en la cuba que Alea había vaticinado en Memorias del subdesarrollo.
La batalla de Chile (Chile, 1975 a 1979), de Patricio Guzmán.
Quien ve el brillante documental de Guzmán, un tríptico de ese infierno que fue la Chile de Pinochet, ve en tiempo real las mentiras que contuvieron a un pueblo.
El pez que fuma (Venezuela, 1977), de Ramón Chalbaud.
Los personajes de un burdel que acaba de cambiar colchones, todo un microcosmos, se encuentran condenados a su mala suerte en esta comedia clásica venezolana.
Machuca (Chile, 2004), de Andrés Wood.
Vea usted como era Chile antes de Pinochet, como eran esos dos niños, Gonzalo Infante y Pedro Machuca, antes de darse cuenta de que en la vida solo se tiene en las manos ser uno mismo.
La teta asustada (Perú, 2009), de Claudia Llosa.
Fausta tiene miedo todo el tiempo. Se niega a caer en la mala suerte de su madre. Va por el mundo, en esta película sobrecogedora, con la mirada al piso de las huérfanas eternas.
Pixote (Brasil, 1981), de Hector Babenco.
Hace treinta años los cinéfilos del planeta adoraban esta película: aquí está, una vez más entre las grandes obras de Latinoamérica, la historia de ese niño que bordea la muerte calle a calle.
Infancia Clandestina (Argentina, 2011), de Benjamín Ávila.
Después de vivir en el exilio, Juan, un niño de doce años, regresa con su familia al país, donde todavía ocupa el poder el régimen militar que les obligó a huir. Aunque es testigo de la actitud combativa de sus padres, intenta llevar una vida normal, en la que el colegio, las fiestas, las acampadas, las bromas y las risas con mamá también tienen su lugar.
No (Chile, 2012), de Pablo Larrain.
Película nominada a los Oscar a mejor película de habla no inglesa. Un capítulo decisivo de la transición en la historia de Chile que explica de manera absorbente el poco probable camino de un país de la opresión a la democracia.
La noche de los lápices (Argentina, 1986), de Hector Oliviera.
Recrea la historia desde el comienzo de las protestas estudiantiles de 1976 hasta 1980, cuando el único sobreviviente del grupo secuestrado fue liberado. El film se centra más en la experiencia física y psicológica de los personajes que en el contexto político y social imperante en la dictadura, desarrollando la historia de una manera que ésta se vea como universal y capaz de suceder en cualquier régimen autoritario, concentrándose en la situación de los seres humanos bajo extrema presión.
La ciudad y los perros (Perú, 1985), de Francisco José Lombardi
Es una adaptación cinematográfica peruana de la novela homónima del escritor peruano Mario Vargas Llosa realizada en 1985.
Soñar no cuesta nada (Colombia, 2006), de Rodrigo Triana
Narra la historia de tres soldados, tras repeler al enemigo encuentran una caleta con millones de dólares que pertenecen al grupo insurgente, los nuevos millonarios se dedican a derrochar el dinero en lujos por lo que levantan sospechas que llevan a una investigación por la cual terminarán siendo juzgados.