Un oasis en medio del desierto
Por: Diana Milena García
Hace dos semanas con un grupo de compañeros y profesores tomamos tres buses y nos fuimos para San Agustín, sitio de herencia cultural que se encuentra ubicado al sur del Huila. Se trata de una pequeña ciudad con aproximadamente 18.000 habitantes, extensos paisajes verdes, música andina, constituye un área arqueológica muy importante en Sudamérica y en su territorio ubica dos de las cordilleras más importantes del país.
Partimos a eso de las seis de la mañana, me dedique a observar el paisaje la mayoría del trayecto, mientras unos dormían, otros escuchaban música o sacaban temas de la nada. A pocas horas, el viaje empezaría a tornarse cansón, pero no hubo necesidad de pedirle al conductor que se detuviera, justo antes de llegar al municipio de Garzón, el bus en el que viajábamos se detuvo por sus propios medios.
Allí permanecimos aproximadamente media hora, luego pasaríamos buena parte del día en Garzón mientras el bus estaba listo para llevarnos a este lugar tan lleno de historia. Desde que supe que viajaríamos a San Agustín, tenía curiosidad, qué es lo que hacía que este sitio fuera tan especial, ya había escuchado muchas explicaciones de personas que lo habían visitado pero necesitaba una definición propia. A unos cuantos metros el conductor nos advirtió que estábamos entrando al pueblo y desde ese preciso instante no hubo necesidad de traer a memoria más explicaciones.
Fue como entrar a un nuevo y no muy diferente país de las maravillas, Allí, el sol parecía jugar a las escondidas con las nubes, mientras que la helada brisa no tenía ni la más mínima intención de ocultarse, se paseaba de aquí para allá, visitando los árboles y muy a menudo saludaba amablemente nuestro cabello.
Nos instalamos en el hostal los Andaquies ubicado a las afueras del pueblo, donde gracias a las fincas vecinas llegaban los placidos olores a caña dulce y café. Hasta allí aún nos perseguía y con más fuerza la amable brisa y el canto lejano de las aves.
El día ya casi terminaba, así que decidimos ir al parque arqueológico, ubicado en la cordillera oriental del macizo colombiano, antes de empezar el recorrido nos dieron un pasaporte de entrada el cual describe las esculturas del lugar, al igual que la pelota la chaquira y todos los sitios turísticos de San Agustín.
El camino es cómodo hasta empezar las largas escaleras. En este recorrido la brisa seguía siendo nuestra compañera, y a cada escalón se manifestaba más fuerte y más helada. Los olores a caña y café tampoco desaparecían. El susurro de la fuente del Lava patas y la brisa no me dejaban percibir otro ruido. En la parte alta del Lava Patas, el silbido del viento es casi ensordecedor, pero con tan solo una mirada de 360 grados a nuestro alrededor se puede ver el esplendor de montañas sobre montañas.
En la vegetación del lugar predominan los árboles más conocidos como: los bambúes, cedros, helechos de palma, musgos, e Infinidad de orquídeas y parasitas de variados tonos que contribuyen a hermosear el paisaje.
La fauna está integrada por tigrillos, jaguares, osos, dantas, monos, zorros y variedades de réptiles y de aves canoras y de presa, algunas de las cuales fueron representadas en piedra por el pueblo escultor. Según Julio Cesar Ordoñez nuestro guía de viaje.
Las aves como el águila, él búho, los monos, los roedores, las serpientes, las ranas, y los jaguares debieron de entrañar algún significado mítico o ancestral, pues sus representaciones son repetidas y destacadas en las esculturas talladas en piedra del parque arqueológico de San Agustín.
En realidad no vi ninguno de estos animales fuera de una escultura con excepción de las aves que se pueden observar en el trayecto, y a lo lejos se escuchan sus cantos diferentes y acogedores.
Cuando regresábamos, la luna había terminado con el juego del sol, y su bella figura empezaba asomarse entre los grandes árboles y desde entonces el frío nos hacía parecer gelatinas y nos mandó inmediatamente a la cama.
Donde la brisa baña el paisaje más que el agua y los árboles susurran más que el viento.
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Grupo viajero en el alto del Lava Patas |
Partimos a eso de las seis de la mañana, me dedique a observar el paisaje la mayoría del trayecto, mientras unos dormían, otros escuchaban música o sacaban temas de la nada. A pocas horas, el viaje empezaría a tornarse cansón, pero no hubo necesidad de pedirle al conductor que se detuviera, justo antes de llegar al municipio de Garzón, el bus en el que viajábamos se detuvo por sus propios medios.
Allí permanecimos aproximadamente media hora, luego pasaríamos buena parte del día en Garzón mientras el bus estaba listo para llevarnos a este lugar tan lleno de historia. Desde que supe que viajaríamos a San Agustín, tenía curiosidad, qué es lo que hacía que este sitio fuera tan especial, ya había escuchado muchas explicaciones de personas que lo habían visitado pero necesitaba una definición propia. A unos cuantos metros el conductor nos advirtió que estábamos entrando al pueblo y desde ese preciso instante no hubo necesidad de traer a memoria más explicaciones.
Fue como entrar a un nuevo y no muy diferente país de las maravillas, Allí, el sol parecía jugar a las escondidas con las nubes, mientras que la helada brisa no tenía ni la más mínima intención de ocultarse, se paseaba de aquí para allá, visitando los árboles y muy a menudo saludaba amablemente nuestro cabello.
Nos instalamos en el hostal los Andaquies ubicado a las afueras del pueblo, donde gracias a las fincas vecinas llegaban los placidos olores a caña dulce y café. Hasta allí aún nos perseguía y con más fuerza la amable brisa y el canto lejano de las aves.
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Fuente del Lava Patas, Parque Arqueológico de San Agustín. |
El camino es cómodo hasta empezar las largas escaleras. En este recorrido la brisa seguía siendo nuestra compañera, y a cada escalón se manifestaba más fuerte y más helada. Los olores a caña y café tampoco desaparecían. El susurro de la fuente del Lava patas y la brisa no me dejaban percibir otro ruido. En la parte alta del Lava Patas, el silbido del viento es casi ensordecedor, pero con tan solo una mirada de 360 grados a nuestro alrededor se puede ver el esplendor de montañas sobre montañas.
En la vegetación del lugar predominan los árboles más conocidos como: los bambúes, cedros, helechos de palma, musgos, e Infinidad de orquídeas y parasitas de variados tonos que contribuyen a hermosear el paisaje.
La fauna está integrada por tigrillos, jaguares, osos, dantas, monos, zorros y variedades de réptiles y de aves canoras y de presa, algunas de las cuales fueron representadas en piedra por el pueblo escultor. Según Julio Cesar Ordoñez nuestro guía de viaje.
Las aves como el águila, él búho, los monos, los roedores, las serpientes, las ranas, y los jaguares debieron de entrañar algún significado mítico o ancestral, pues sus representaciones son repetidas y destacadas en las esculturas talladas en piedra del parque arqueológico de San Agustín.
En realidad no vi ninguno de estos animales fuera de una escultura con excepción de las aves que se pueden observar en el trayecto, y a lo lejos se escuchan sus cantos diferentes y acogedores.
Cuando regresábamos, la luna había terminado con el juego del sol, y su bella figura empezaba asomarse entre los grandes árboles y desde entonces el frío nos hacía parecer gelatinas y nos mandó inmediatamente a la cama.
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Estrecho del Magdalena |
Al amanecer, con el canto de las aves, el olor a hierba fresca y un suave tono anaranjado que comenzaba a pintarse en el cielo nos dirigimos a la montañosa cordillera central. En el momento en que el conductor nos dijo, que habíamos pasado de cordillera, sentí un cambio de ambiente aunque no sé si fue real o solo así quise imaginarlo.
Desde que se comienza a descender al estrecho del río Magdalena se siente la humedad, las escaleras ya no eran tan largas, los árboles que se encuentran a cada lado de ellas parecían iguales, grandes y siempre acariciados por la brisa que traía consigo un ligero olor a madera mojada.
Ya en el río es imposible ignorar la virgen que se encuentra al otro lado en la parte superior, Julio Ordoñez al ver lo distraídos que estábamos mirando la virgen, expresó que allí iba mucha gente a quitarse la vida, dando un gran salto y perdiéndose entre las profundas aguas del río Magdalena.
Las piedras que rodean el río siempre están frías y húmedas, tienden a ser resbalosas y rusticas al mismo tiempo; el agua parece tranquila y parece tener un color tierra. Había mariposas por todos lados y cuando se echaban a volar parecían estar formando un arcoíris. Allí no permanecimos mucho tiempo porque ya casi terminaba la mañana y aún nos faltaba visitar el lugar más idóneo para reflexionar.
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La Chaquira |
En esta misma cordillera se encuentra La Chaquira, lo ideal es descender en caballo pero decidimos ir a pie, es un camino bastante largo; al igual que en el parque y el estrecho hay muchas escaleras. Además al inicio es un campo donde llega un denso olor a ganado, ya en las escaleras se puede sentir el café en los pulmones y en la parte inferior donde la brisa sopla con mayor intensidad se mezclan esos olores con la fuerte sensación de estar en una fábrica de agua.
La Chaquira es una zona montañosa que se ve al borde del precipicio. Un cercado de metal encierra todo el conjunto de rocas que fueron esculpidas en algún momento de la historia. Desde allí, se puede apreciar el cañón formado por el río Magdalena y algunas esculturas repartidas en el entorno, además de las cascadas blancas que bañan y dan vida al paisaje.
Aquel tono anaranjado del atardecer empezaba a dibujarse a nuestras espaldas, entonces nos dirigimos al pueblo, allí en el centro cultural llamado el Faro, se encontraba Ricardo Báez, un Bogotano que hace muchos años se enamoró del esplendor de San Agustín y decidió quedarse. Creó este restaurante bar donde se encuentra una fantástica combinación de la cultura san agustiniana, arte y todo tipo de música.
Ricardo es uno de los mayores defensores del río Magdalena y opositor de las hidroeléctricas. Asegura que al lugar llegan turistas de todo el mundo gracias a que la naturaleza no ha sido trasformada aún por el hombre.
También se refirió a los planes que tienen las hidroeléctricas, de crear más represas en el río. Después de las represas de Betania y la del Quimbo, rechaza los planes que tiene la empresa de Hydrochina de inundar el estrecho y el cañón del Magdalena. Destacó que este proyecto afectaría el sitio que se encuentra en medio de un exuberante paisaje de montañas y vegetación.
San Agustín es un oasis en medio del desierto, Ricardo opina que la naturaleza, la mayoría de bosques y parques del departamento están siendo deforestados por las grandes empresas. Que las comunidades están siendo engañadas y castigadas por su inocencia. Pero que San Agustín se encuentra protegido por un poder más allá de lo terrenal que hace imposible su desaparición o trasformación.
Las dos cordilleras que recorren el territorio san agustiniano forman una buena opción para ir, respirar aire puro y ver las maravillas de la naturaleza. No alcanzamos a ir a otros lugares como a la pelota por falta de tiempo, pero con el parque, La Chaquira y el Estrecho de Magdalena nos damos cuenta que el Huila tiene un gran paraíso verde en el sur que no merece desaparecer, además que la brisa siempre será la fiel compañera de viaje.